Las cosas se habían quedado quietas
Y el tiempo nos miraba desde el borde de una taza
Transformado en mosca
El calor que quedó no se enfriaba
El frío helado no era disipable
Y el preludio de los días se había hecho eterno
A empujarnos los párpados
Corriendo el manto
De la triquiñuela inmóvil
El insecto afortunado
Que en su descansar
Paralizaba el tiempo.
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